Colaboración Cristian Barrios

No hace falta ser devoto para entender de la sabiduría bíblica.
«Por tus obras te conocerán», dice el Sermón de la Montaña.
Llegar a ese Vaticano, en manos, durante años, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio o Inquisición, enemigo manifiesto de los teólogos de la liberación. Ponerle el pecho e instalar allí un pensamiento y una acción absolutamente provocadores. Generar ideas. Hacerlas trascender en sus escritos. Comprometerse. En ese marco recortado, estricto, y en tantas cosas, inviolable, hacer lo que hizo en esta década, me resulta un prodigio milagroso. Una muestra de lo que puede la fe cuando se entiende a sí misma como energía de la causa social. Si es verdad aquella verdad cínica de que un buen gobierno es simplemente aquel en el que las buenas obras le ganan a las malas, el papado de Bergoglio quedará en la historia de la iglesia como un hecho extraordinario.

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