Entre los intentos ya casi penosos del Gobierno por desligitmar la Marcha Federal Universitaria en defensa de la educación pública, se encuentran algunos que ya no parecen conocer de límites. A las declaraciones – ya desestimadas – de Carlos Torrendell sobre los «alumnos truchos» se suma una acusación casi piscótica de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien lazó con liviandad la posibilidad de un golpe de Estado.

En una entrevista con el fiel lacayo pago de la actual gestión, Jonatan Viale, la ministra aseguró que el refuerzo del protocolo antipiquetes de su autoría para la marcha convocada por las grandes casas de estudio, tenía fundamento en una supuesta información que decía poseer de que asistirían grupos enteros con «bengalas, piedras y molotovs».

Pareciera que Bullrich estaría viviendo algún tipo de delirio que la retrotrae a sus épocas de montonera – en las que el presidente Javier Milei, su actual jefe, la definió como una asesina de niños -, ya que con liviandad espetó: “Esta violencia extrema va a ir increyendo hasta el momento en que echen al gobierno en noviembre o en diciembre”.

Tras tamaña acusación y el cuestionamiento que la precedió por parte de su entrevistador, inmediatamente Bullrich agregó: “Un golpecito, porque no van a poder, digamos, esto es todo piripipi”.

Siguiendo la misma línea que el resto de funcionarios de Casa Rosada, la funcionaria cuestionó la participación de dirigentes políticos y sindicatos en la movilización, y apuntó directamente a las autoridades universitarias: “Hay una responsabilidad de los decanos que dejaron participar para todos. Si vos querés hacer una reivindicación tuya, hacerlo con gente seria y con tu público”.

Sin parecer comprender la gravedad de las acusaciones que realiza, la ministra de Seguridad no dudo en afirmar que toda la comunidad educativa, incluídos estudiantes y docentes, participantes de la Marcha Federal Universitaria son caldo de cultivo para el golpe de Estado que inventó en sus delirios de persecución, quizás movilizados por las huidas que tuvo que realizar de las confrontaciones del pueblo la última vez que eligió formar parte del gobierno que arruinó a la Argentina y que dejó decenas de muertos en las calles.

Los miles de participantes que se acercaron a la Plaza de los Dos Congresos se encontraron con calles totalmente valladas que dificultaron la circulación, con efectivos policiales vestidos de civiles e, incluso, una situación confusa en la que un móvil televisivo pareció registrar el accionar de inflitrados para generar conflictos: «Esto no fue la gente, vino una persona que tiró para preder fuego y se fue. No siguió con la marcha. Esto lo hace el Estado, no jodan», denunció un manifestante. «La gente no fue, yo estaba mirando. Pasó uno, tiró algo y se fue. La gente no fue», agregó el portero de un edificio de la calle Callao que apagaba el incendio con una manguera.

A pesar de agitar los fantasmas de la violencia, la ministra reconoció que la masividad del reclamo que se concretó en las calles en la tarde del miércoles, no le permitiría cumplir con su Protocolo Antipiquetes y las calles de la zona de Congreso permanecerían interrumpidas durante gran parte de la jornada.

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