Cada día aumentan las voces que están pidiendo abrir una negociación en la guerra de Ucrania, aunque sea al precio de ceder parte del territorio, y así terminar con el conflicto armado. En Gaza ya se está negociando un alto el fuego y la liberación de rehenes, aunque en este caso, al tratarse de una guerra tan asimétrica, no se podrá hablar propiamente de negociar la paz. La destrucción ha sido demasiado grande.
Todo ello nos invita a hacernos algunas preguntas. ¿Las guerras son inevitables? ¿Cómo terminar? ¿Cuáles son las tendencias hoy en día? ¿Qué papel juegan las negociaciones y cómo deben ser? ¿Cuántas guerras terminan con un acuerdo de paz? ¿En qué condiciones los procesos de paz son factibles? Vivimos en una época de incertidumbres, con las guerras como las mencionadas o la de Sudán, por poner tres ejemplos de las más desastrosas, en las que los liderazgos de los que alientan, planifican y defienden las guerras, sumado a que nunca es había producido un aumento tan gigantesco de los gastos militares y el comercio de armas, están naturalizando las guerras como método para satisfacer agravios, poderes o intereses, prescindiendo de las consecuencias de esta elección, con cientos de miles de víctimas mortales, destrucción de las infraestructuras básicas, asedio, desplazamientos masivos y un sinfín de inhumanidades, donde la vida ha perdido el valor y no se respeta a los civiles inocentes.
El número de muertes en los conflictos armados que han pasado desde 1990, unos 3,7 millones de personas (800.000 en Ruanda), sigue una tendencia al alza en los últimos años del siglo XXI, donde también aumentan los conflictos que acaban con la derrota de una de las partes, lo que implica odios y recelos. En lo que va de siglo han muerto más de un millón de personas en los conflictos armados. Sin embargo, estas cifras no deben esconder otros datos importantes y esperanzadores, como que casi la mitad de las guerras de estos últimos 35 años han acabado con un acuerdo de paz, y sólo el 15% mediante la victoria militar de una de las partes. Esto concede un valor enorme a las negociaciones que lo han hecho posible, así como la enorme cantidad de países, organismos internacionales o regionales y centros especializados, casi cien, que han participado en varios de los roles que desempeña un proceso de mediación. Salvo en los casos de yihadismo, el resto de conflictos armados han tenido mediaciones, con mayor o menor éxito, ya que normalmente se requieren varios intentos hasta conseguir la paz. Significativamente, los procesos de paz han tenido entre 3 y 6 mediaciones, mientras que las guerras en activo en estos momentos no alcanzaban dos, muestra de la dificultad actual para entrar en unas negociaciones. La creencia de que se puede ganar militarmente una guerra está a la orden del día. Sin embargo, la historia nos muestra con datos que es la peor opción.
Cualquier negociación, sea cual sea su condición y contexto, parte del supuesto de que las partes están plenamente convencidas de que ha llegado el momento de sentarse y buscar una salida satisfactoria al conflicto que les separa. Pueden llegar a esta conclusión por sí mismos y mediante presiones externas. Para ello, habitualmente se busca la ayuda de una tercera parte que actúe como mediadora. La mediación es un proceso en el que intervienen varios actores cumpliendo roles diferentes y complementarios. No olvidemos finalmente que la guerra es un fenómeno social, y la negociación también lo es. No conocemos otra opción para terminar las guerras que no sea mediante un diálogo y una negociación entre las partes enfrentadas. Quienes se oponen son responsables de las consecuencias de la perduración de las guerras. Tenemos la experiencia y los conocimientos para terminar mediante negociaciones. Ucrania y Gaza lo necesitan.