Pocos, por ahora, se preguntan concienzudamente sobre las homologías entre la emergencia de los liderazgos de la segunda década del siglo XXI, y los antecedentes que los prologan. Una de esas analogías es la fuerte asociación e interdependencia con empresarios de las grandes corporaciones (Allianz, BASF, Bayer, BMW, Daimler-Chrysler, Deutsche Bank, Hoechst, Siemens y Bayer, en la Alemania nazi, y Elon Musk, Jeff Bezos y Zuckerberg en al etapa trumpista).

Otros elementos comunes son el militarismo; la apelación a la lógica patriarcal que impone formas brutales de misoginia (Trump asumió después de ser condenado por abuso sexual), la violencia simbólica contra opositores insumisos (rojos, ratas, zurdos, choriplaneros y la difusión criminalizadora de chivos expiatorios (judíos ayer, migrantes o musulmanes hoy). A esas características se les suma el desprecio a los trabajadores y desheredados; las prácticas represivas sobre ellos (cosificación, estigmatización, redadas migratorias); la pretensiones de expansión territorial (Lebensraum, espacio vital para los nazis, Groenlandia, Panamá y Canadá para el actual presidente estadounidense). Veleidades antisistema, con ínfulas rebeldes e iconoclastas (Mussolini, Hitler, Trump, Bolsonaro y Milei); estigmatización de minorías (homosexuales, lesbianas, transexuales, latinos, gitanos, ruso-hablantes en Ucrania); discursos épicos, anticientíficos y megalómanos vociferados por sus líderes.

Completan el panorama la generación de doctrinas expansionistas, imperiales, colonialistas, supremacistas y racistas. Trump considera a su patio trasero como su sumidero. Demasiadas coincidencias para soslayar lo obvio: tiene hocico, excelente olfato, cuatro patas y ladra, ¿qué es?

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